Inmigración.- Nunca como ahora en los 28 años que lleva como inmigrante indocumentada, Etehel García Espinoza había sentido tanto miedo a la deportación.
“El 26 de junio tengo que ir a una audiencia a migración en la que decidirán si me dejan quedarme en el país o me deportan”, dice.
Sentada en la camita del estrecho cuartito donde vive en el patio de una casa en el sur de Los Ángeles, se mueve nerviosa de un lado a otro.
García Espinoza, de 49 años, salió de Honduras en 1989. Vino con su esposo de quien más tarde se divorció debido al maltrato y la violencia doméstica que ejercía contra ella. “Me pegaba. Me golpeaba toda la cara. Me violaba. Hacía lo que quería conmigo. Yo tenía 22 años. No sabía qué hacer”, recuerda.
Su situación migratoria se complicó cuando ella y su entonces esposo faltaron a una cita en la corte de migración en 1993. “Él nunca quiso que fuéramos. Andaba mal. Se puso a vender drogas y no le convenía ir”, dice.
Al no presentarse a la corte, le giraron una orden de deportación en ausencia.
Sus tragedias
Además de quedar en un limbo migratorio, su vida se vistió de tragedia cuando en Honduras, en junio de 2013, le asesinaron a su hijo mayor Edwin Jiménez García de 25 años.
“Lo mataron cuando se negó a meterse en las pandillas. Él les dijo que no podía porque tenía mujer y una niña”, cuenta.
Hasta la fecha, el asesinato de su hijo en Honduras permanece impune.
Pero eso no fue todo. Dos años más tarde, en 2015, a García Espinoza le mataron a Junior Jiménez, su segundo hijo durante una pelea en Long Beach.
Tenía 22 años de edad y había nacido en Texas. “Un hombre le dio un botellazo. El asesino ya está preso. Yo colaboré mucho en las investigaciones”, cuenta mientras en su cara se dibuja la tristeza.
La hondureña se quedó con sus dos hijos menores: Leonel de 21 y Kimberly de 18 años. Ellos nacieron en Los Ángeles.
Pero a raíz de la muerte de sus dos hijos mayores le sobrevino una fuerte depresión y ansiedad.
“No puedo dormir. Me siento muy nerviosa. Todo ha sido muy duro para mi después del asesinato de mis hijos. Tengo que estar tomando pastillas para mi depresión y los nervios. Solo les pido a los agentes de migración que me den una oportunidad de quedarme en el país”, clama.
“Si regresó a Honduras, me matan. Quiero permanecer aquí al lado de los dos únicos hijos que me quedan, y mi dos nietos Zoe y Daniel. Ellos son hijos de mis hijos asesinados”.
Durante años trató de resolver su situación migratoria sin éxito alguno.
“Fui a ver un abogado de migración que no hizo nada y solo me cobró 6,000 dólares”.
Poco después una amiga de Guatemala le recomendó al abogado en migración Eric Price. “Tengo mucha fe en que me pueda ayudar a encontrar una solución”.
La cita en la corte
Price dice a La Opinión que durante la cita en la corte el 26 de junio deberán presentar más evidencias para detener la deportación de la hondureña.
“Estamos solicitando dos perdones: uno por no acudir a la cita en la corte migración que le resultó en deportación, y otro por permanecer sin documentos en el país”, explica.
Y recalca que “una vez que le den los perdones, ella puede solicitar su residencia ya sea a través de un asilo político, o una petición familiar de su esposo residente y de su hijo mayor de 21 años”.
Para el abogado, es primordial que la hondureña permanezca en Estados Unidos por razones humanitarias debido al asesinato de sus dos hijos.
“Sería inhumano deportar a Etehel en las condiciones emocionales en que se encuentra. Le causaría una tremenda angustia a su actual marido que es residente legal, a los dos hijos que le sobreviven que son ciudadanos estadounidenses y a sus dos nietecitos, uno de ellos también ciudadano”.
Por otra parte, ella no representa ningún peligro para la seguridad pues no tiene antecedentes penales. “Así que dejarla en el país no pone en riesgo a nadie ni a ninguna comunidad”.
La esperanza es que el gobierno se apiade de ella y le otorgue el perdón que le permita quedarse aquí y con ello se abra el camino para una solución migratoria, sostiene el abogado en migración Price.
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Fuente:La opinion